lunes, 15 de abril de 2013



Los recortes tienen, al menos, una ventaja: nos están permitiendo observar con claridad qué es lo que realmente les interesa financiar a los políticos que
manejan nuestros impuestos. En época de abundancia, los dirigentes estatales, autonómicos o locales pueden contentar a amigos y enemigos sembrando de dinero diferentes iniciativas, o evitar meterse en problemas recortando partidas que no conocen en profundidad. Pero cuando llegan las vacas flacas, hay que tomar decisiones. Y las decisiones que uno toma le retratan como dirigente.

Uno de los políticos que acaban de retratarse es Miguel Arias Cañete. Para empezar, su ministerio nació con un pecado original. Fusionar las competencias de medio ambiente y agricultura, como ya ha ocurrido en otras legislaturas, es una ocurrencia peligrosa, ya que los intereses de agricultores, ganaderos y pescadores rara vez coinciden con los de los científicos y con los de los ecologistas, quienes, por cierto, también disienten en muchas ocasiones, aunque esa es otra cuestión. 

Como dijo gráficamente Juan López de Uralde, entonces director de Greenpeace, sobre el nombramiento de Elena Espinosa como ministra de Agricultura y Medio Ambiente, “es como poner a una raposa a cuidar de las gallinas”.

Expertos nombrados por políticos

Enfrentado a la decisión de tener que recortar gastos, el ministerio de Cañete ha tenido claro de qué lado está: ha reducido en un 75% la presencia de científicos en el Comité Español del Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la Unesco, responsable de la conservación de las 42 reservas de la biosfera españolas. Además, esos expertos serán ahora nombrados por políticos, cuando antes lo eran por las universidades. 

Y, por último, Cañete ha decidido eliminar también la obligatoriedad de consultar a un comité científico para tomar decisiones sobre especies invasoras, tal y como han denunciado esta semana distintas ONG. 

Hay que alabar la intención del ministro de reducir gastos de comités y comisiones ministeriales, cuya función a menudo es difícil de justificar. Por ejemplo, el Ministerio de Educación tenía, en 2012, onde comités asesores solo en la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora, lo que suman medio centenar de expertos. 

Adiós a las voces incómodas

Lo que es más complicado de entender es que Cañete haya decidido eliminar de esos comités asesores a los asesores. Los científicos son los únicos miembros de estos comités cuya presencia debería estar garantizada, ya que sus decisiones son independientes y se supone que están basadas en estudios e investigaciones, y no en amistades, rencillas u otros intereses más rentables. 

Además, asegurándose de que sean los expertos nombrados por políticos, el ministerio se garantiza no tener que escuchar voces incómodas cuando toma decisiones de dudosa compatibilidad con el medio ambiente, como la rebaja de la zona de protección de la costa de 100 a 20 metros. 

Las tres decisiones que ha tomado el ministerio de Cañete no solo ponen la política por encima de la ciencia, sino que desprecia la experiencia de los investigadores a quienes tanto nos ha costado formar para que ofrezcan una base científica a las decisiones políticas.

Fuente: El confidencial

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